lunes, 7 de abril de 2014

Lo que mal empieza....


Y es que el día ya nos avisaba, desde primera hora, que en la cama era donde mejor podíamos pasar esta mañana de domingo. Amanecía con una niebla espesa, que impedía ver más allá de un par de metros, y una humedad de esta que empapa, más propia de un chaparrón que de la propia niebla. Pero ya puestos en faena no ibamos a dar media vuelta, aunque ganas dieran, y muchas.


Getafe Leganés

Decidimos repetir por los cortados de Rivas-Vaciamadrid, pero ampliando la ruta unos kilómetros hacia la presa del río Jarama, zona verde, con mucho pino y bonitas vistas y así, con esa idea, salimos desde la casa de Adri. Como decía la mañana nos iba mandando señales de que no era un buen día para salir y con apenas tres kilómetros en las piernas Adri sufre un pinchazo que nos supondría la primera (de unas cuantas) parada por problemas mecánicos. La cosa se complica, como no podía ser de otra forma, porque no llevaba camara de repuesto. Finalmente, nos salva un grupo de cicloturistas que pasaban por el Cerro de los Ángeles y que gustosamente nos ceden una.


Pinchazo en el Cerro


De nuevo en marcha, y convencidos de que ya no puede haber más problemas, cogemos el carril bici dirección a Perales del Río, donde la niebla es aún más densa y si antes no se veía más allá de dos metros, por esta zona rondaría el metro o metro y medio (Sin exagerar un ápice, como se observa en la foto).


Carril hacia Perales del Río


Ya en la carretera hacia San Martín de la Vega cogemos el desvío hacia unas instalaciones del Canal de Isabel II y a partir de ahí, dejamos atrás el asfalto para adentrarnos por pistas, sendas y trialeras. En este momento surge un punto de inflexión que sería determinante para el resto de la jornada. Podíamos coger una senda estrechita y llena de barro y balsas de agua o una pista ancha y cómoda para rodar. Como es lógico en un día como este no podiamos hacer otra cosa que coger la opción del barro y el agua.
La bici de Adri Los pies de Adri
Alberto al 100% Caída absurda
Desde ese momento ya fuimos definitivamente en caída libre (y aquí si que no exagero ni un poquito). Cada metro que avanzábamos era peor que el anterior. Donde al principio era un poquito de barro, luego era un suelo empapado y arcilloso donde te quedabas literalmente clavado. Donde al principio eran charcos divertidos, luego eran balsas que te llegaban por encima del tobillo. Todo eso hacía que fuera cada vez más complicado rodar, y que fueramos acumulando en las ruedas barro y ramas que teníamos que ir quitando con los dedos cada pocos metros. Tanto forzamos que partí el cambio de atrás (segunda parada). La patilla que une el cambio al cuadro se había roto y la única solución era cortar la cadena y convertir la bici a piñon fijo. Tarea que se complicaba con barro por todos lados.

Arreglando el cambio

Cuando creíamos que no podíamos tener peor suerte Adri, rememorando la jornada de los perros que ya comentamos en otro post, divisa a lo lejos una vaquilla con mirada aviesa, que tras un sprint a lo Usain Bolt intenta atacarnos. Menos mal que había un valla con pinchos, pensamos, y la vaquilla se fue hacia otro lado. Por fin conseguimos hacer un apaño a la bici, nos montamos y en ese preciso momento Adri rompe su cambio. Nueva parada y ya, encabronados, volvemos a sacar las maltrechas herramientas. Y como siempre se puede poner peor cualquier situación, aparece en esecena de nuevo la vaquilla, precedida de unos gritos de cilcistas. A lo visto, la vaquilla tenía ganas de sangre de ciclista y había encontrado un hueco en la valla, causando el pánico. Tuvimos suerte y cogío un camino diferente, aunque ya habíamos previsto un inteligente plan de huida.

Otro apaño a la bici y tras rodar unos metros yo parto la cadena y el compañero Adrián parte el cambio trasero. Ya si que no hay solución posible que no sea echarnos a llorar y llamar a alguien pidiendo socorro. Así hacemos, y llamamos a nuestras chicas, a las que estaremos siempre agradecidos, para que nos salven de ese infierno de lodo y fieras salvajes.


Las rescatadoras


Pero aún nos queda llegar a Rivas para que nos recojan. Unos Cinco kilómtros (tres si no le hubiera hecho caso a Adri) andando y aprovechando las cuestas favorables para tener un descanso. Y al fin,  llegamos al punto de encuentro. Un aquarius y unos donetes para recuperar fuerzas y para casa, no sin antes darles un agua a las bicis. 

     
Un mal día, del que por sacar algo positivo podemos hablar de la buena gente que te encuentras por los caminos, dispuestos en todo momento a echarte una mano si lo necesitas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario