miércoles, 17 de septiembre de 2014

I Caleruelada

Han pasado casi tres meses ya desde ese 28 de junio, y no se si al resto de compañeros de travesía, pero a mi me da la sensación de que hace ya mucho de ese día. Buscando cerrar el objetivo de este blog, vamos a comentar la jornada, para poneros en situación de lo que vivimos entre las 6:45 y las 20:30. O más bien, desde el día entero de antes, ya que los nervios previos, la horrible idea en la cabeza de que falta algo (y así fue) y tantos detalles a tener en cuenta en busca de la ruta perfecta, generan bastante estres. Mucho tiempo organizando esto y no podía salir nada mal.

La noche de antes quedamos en Leganés Piqueras, Adri y yo, junto a parte del equipo de apoyo, para tomar una caña rápida (en mi caso un poleo, por prevención). Los nervios estaban a flor de piel y las estupideces derivadas de estos salían de nuestras bocas con una facilidad abrumadora. Muchas risas y revisión de todo el material que tendremos que llevar encima y en el coche de apoyo. Camaras de repuesto, herramientas varias para solventar cualquier imprevisto mecánico, alimentos energéticos, los moviles bien cargados y no se cuantas cosas más. A falta de unas horas vamos terminando todos los preparativos.




Al llegar a casa empiezo a preparar los dorsales con sus respectivas bridas para colocar en el frontal de las bicis y caigo en la cuenta de que no tengo el de David (El  Grillo). Las once de la noche y solo me queda un locutorio del barrio, donde me hacen una rápida impresión que, aunque no queda como debiera, permite salir del paso y solventar el contratiempo (desde aquí vuelvo a perdirle disculapas). 
Tiro de memoria y solo me queda organizar la ropa, meter el track de la ruta en el gps y guardar una buena ristra de pilas por si acaso hicieran falta, ya que se preveen muchas horas encima de la bici.

Cuando ya, por fin, creo tener todo preparado, es cerca de la una de la mañana y me tumbo en la cama convencido de que va a ser dificil conciliar el sueño. Está todo listo y no veo el momento de empezar a dar pedales, aunque en la mente empiezan a surgir las dudas.... Son muchos kilómetros y nunca hemos estado tanto tiempo sobre la bicicleta. Twiteo alguna tonteria, miro la página de la Caleruelada de Facebook, y sobre las dos y media, calculo, logro dormirme.

A las seis y cinco de la mañana suena el despertador, y salto como un resorte de la cama, con una sonrisa nerviosa en los labios y un temblor de piernas que tardo en controlar. Tostada y colacao para desayunar y bajo al portal, donde he quedado con Piqueras y Adri para dirigirnos hacia el parque de Polvoranca, lugar de inicio de la jornada. Cuando bajo me encuentro a Piqueras, con cara de sueño, y pocos minutos despues llega Adri, también con cara de sueño. Por lo que veo ninguno hemos dormido mucho. Aun es noche cerrada y nos dirigimos hacia el lugar de encuentro cuestionándonos si ponernos chaqueta o no por el intenso frio que hacía. Al final, con una previsión más que segura de fuerte calor, nos arriesgamos a pasar un poco de frio en los primeros momentos. Son las 6:45 y a la llegada a Polvoranca nos esperan los padres de Adri, para apoyarnos en la salida (o asegurarse que realmente salíamos). Pocos minutos después aparecen David (Grillo) y familia.



Ahora ya si que no hay marcha atrás. Para las tres de la tarde, si todo va bien, deberíamos estar ya en Caleruela (pensabamos ingenuamente). Ponemos en marcha el GPS con la ruta a seguiry damos las primeras pedaladas sin tan siquiera imaginarnos el día que tendríamos por delante, y es que poco tardamos en darnos cuenta que la jornada iba a ser algo más compleja de lo que habíamos pensado. A penas unos metros desde el inicio y el GPS nos deja tirados. El mapa desaparece y sólo observamos en la pantalla una linea azul en medio de la nada más absoluta. Nos salva, de momento, que por lo menos hasta El Álamo, conocemos el recorrido, al igual que desde talavera hasta Caleruela. Nos quedan unos 60 km totalmente desconocidos entre El Álamo y Talavera que tendríamos que superar con ayuda de la intuición y de los dispositivos moviles que llevábamos.



Con buenas pierna y ritmo tranquilo en los primeros kilómetros, tomamos, según lo planificado, dirección hacia Mostoles, cruzando el ya conocido puente de hierro que cruza sobre el río Guadarrama, y llegando hasta El Álamo sin mayores problemas. A partir de ahí, con ayuda de los móviles, de la escasa señalización del "Camino Real de Guadalupe" y de las indicaciones de algún lugareño de la zona, coneguimos llegar sin demasiadas dificultades al primer punto de control, situado en el la localidad de Fuensalida, donde nos reuniremos con el coche de apoyo, 60 kilómetros después de comenzar la Caleruelada.


Tras un merecido desayuno, y reponer bidones de agua y barritas energéticas, volvemos a subirnos a las bicis. Con más pena que gloria, conseguimos encontrar el camino correcto y, a partir de ahí, comenzamos a sentir como poco a poco, el viento hacía acto de presencia, como preveíamos, de cara, aunque mucho más virulento de lo esperado. La Caleruelada se ponía cada vez más cuesta arriba y no era precisamente por las cuestas. La velocidad que eramos capaces de mantener llaneando cada vez era menor, y el dolor de piernas se agudizaba por momentos. A eso hubo que sumarle un par de malas decisiones a la hora de elegir el camino a seguir. De nuevo, gracias a los móviles y a la buena orientación del compañero Adrián y Piqueras, encontramos el buen camino, aunque ya desistiendo de seguir el "Camino Real de Guadalupe". Es una pena que una ruta con tanta historia y tan utilizada esté tan mal señalizada.

El objetivo de la jornada se ponía cada vez más dificil. La cabeza nos empezaba a pasar malas jugadas y las piernas no es que fueran sobradas precisamente. Y para culminar, sobre el kilómetro 93 sufrimos una baja, que supondría un auténtico jarro de agua fría para el grupo. Piqueras, tras aguantar un buen tramo a cola sufriendo con muy malas sensaciones, decide echar pié a tierra antes de entrar en el municipio de Domingo Pérez. Intentamos convencerle, teniendo en cuenta que nos encontramos a pocos kilómetros de Talavera (o eso pensábamos), que moralmente supondría un importante subidón, pero cuando no van las piernas no hay forma de continuar, y uno mismo, mejor que nadie, sabe cuando hay que bajarse de la bici. El año que viene estoy seguro que te tomarás la revancha amigo.



Caras largas y dudas que realmente hacían presagiar un mal final. EL viento seguía aumentando la fuerza y te daban ganas de llorar cada vez que mirabas el cuenta. Por carretera, en llano, apenas se superaban los 10 km/h. rodando por rectas interminauables, y quedaba lo peor. Más pronto que tarde, empezaron los calambres, aunque los pudimos controlar con estiramientos sobre la bicicleta. En el cercano municipio de Los Cerralbos sin apenas agua y prácticamente cadavéricos, paramos en un pequeño comercio donde compramos una botella y nos regalan media que tenían para su uso (os podeis imaginar en que estado cruzamos la puerta). Minutos más tarde, viendo que necesitabamos algo más, volvemos a entrar a comprar unas cocacolas y engullirlas acto seguido. Charlando con el tendero, le contamos de donde venimos, y a donde vamos. Al escucharlo, no recuerdo ahora cual fue la contestación, pero su cara decía muy claramente "vaya tres locos".
Durante este necesario parón, si algo queda claro, es que animicamente estamos hechos polvo. El viento y la retirada de Piqueras nos ha hecho hundirnos hasta el punto de escucharse algún comentario sobre la retirada. Y es que desde que dejamos a nuestro compañero en la entrada de Domingo Pérez, el esfuerzo ha sido enorme y el cuenta no lo reflejaba en absoluto. A penas unos pocos kilómetros habiamos hecho en realidad en un espacio de tiempo importante. EL horario previsto de llegada a Talavera estaba marcado en torno a la una de la tarde (siendo optimistas), y en ese momento, echando un ojo al terreno que nos quedaba, nos ibamos a más de las cuatro.
Con el cuerpo cada vez más dolorido, volvemos a ponernos en marcha. Al salir del pueblo, nos volvemos a encontrar con el viento, pero algo ha cambiado. Notamos que las piernas van mejor que antes. Parece ser que el azucar nos ha recargado las pilas y, aunque seguimos rodando a ritmo bajo en comparación al esfuerzo ejercido, las sensaciones mejoran radicalmente.

Pasa el tiempo y los kilómetros, y estamos ya practicamente en la entrada de Talavera, eso sí, la entrada en Talavera es muy larga, y si durante toda la jornada nos habían respetado las averías, eso se iba a acabar. Adri pincha, con el correspondiente cambio de cámara. Al reanudar la marcha, parece que tiene también la otra rueda pinchada. Ya es mala suerte pinchar las dos a la vez, pero eso no nos iba a afectar. Sabiamos de la proximidad del segundo punto de control y nada nos iba a impedir llegar. Cambiamos la otra cámara, y sin pensarlo nos subimos de nuevo a dar pedales activamente. Por fin, en un punto de la larga entrada de Talavera, enlazamos con un carril bici por el que volamos hasta entrar ya oficialmente en la localidad talaverana, cruzándola a buen ritmo hasta llegar al punto de control, donde nos esperan con una gran cerveza y un montadito.

El agotamiento ya es visible, el sol se deja notar en nuestra piel y los estiramientos se vuelven obligación ante los calambres, pero pronto nos damos cuenta de lo poco que nos queda para completar esta I Caleruelada y empiezan a dibujarse tímidas sonrisas en nuestros labios. EL momento de los lamentos y los demonios en la cabeza parece haber desaparecido, o eso pensábamos.
Nuestro coche de apoyo, ya con Piqueras, nos surte de alguna cámara, agua y más barritas antes de volver a las bicicletas. Últimos 40 km del día en un terreno que, a priori, debería ser favorable y cuesta abajo, que fue reconocido por Adri, lo que nos quita una preocupacíon de encima.

Una vez más, pecamos de optimistas, y parece que alguien se ha dedicado la noche anterior a darle la vuelta al camino convirtiendo la cuesta abajo en una cuesta durísima por la que no se podía ir más rápido de los 10 km/h. Los primeros kilómetros de salida de Talavera nos pusieron los pelos de punta con una recta con el aire en contra una vez más por la que era imposible avanzar.Con muchísima fatiga cruzamos el polígono industrial Torrehierro cogiendo la pista que transcurre en paralelo a la autovía A-5, que ya no dejaríamos hasta la altura de Alcañizo. En este trayecto, debido al esfuerzo acumulado, y de nuevo con los demonios acechándonos, decidimos parar en una gasolinera a meternos cafeina y azucar en vena. Gracias a esto, conseguimos reponer unas mínimas fuerzas que nos permitieron llegar al final de la ruta.

Como decía antes, a la altura de Alcañizo, dejamos la pista que tomamos en el polígono de Talavera, tomando un camino en bastante buen estado que nos tendría que llevar hasta Oropesa, donde ya podríamos decir que esto esta hecho. El viento ya no nos entra de cara, lo que nos alivia profundamente, y sólo el paso a nivel del tren y un pequeño pero duro repecho nos separa del municipio del castillo. Al salir de Oropesa, nos encontramos con el coche de apoyo para acompañarnos ya hasta el objetvio, Caleruela, en los últimos ocho kilómetros.


Trece horas y ventiocho minutos depués de dar la primera pedalada del día, conseguimos culminar la I Caleruelada. Un recorrido no muy complicado, salvo por los muchos kilómetros que hay que recorrer, pero que con la aparición del fuerte viento se convierte en un infierno. Sabor agridulce al bajarnos de la bici, ya que nunca nos hubieramos imaginado antes de echar a andar que no llegaríamos todos.
Para culminar el largo día que hemos sufrido, las fotos de rigor donde habíamos situado la meta, parada en los comercios del municipio La Huerta Grande y Pikoto, donde nos invitaron a tomar un refrigerio, y la merecidísima paella que los amigos de la piscina nos hicieron para la hora de la comida, y que no tuvimos más remedio que cenarla.



 Resumiendo,una jornada larga y dura, que desde el kilómetro cero se nos fue poniendo cuesta arriba, pero que disfrutamos como enanos a pesar del dolor de piernas y de otras partes del cuerpo. Y es que, más de trece horas sobre el sillin son muchas horas.


Por último, queremos en este punto agredecer, a la ya mamá, Ana, y a ambas Elenas, primero, por aguantarnos durante todo este tiempo, y segundo, por la gran labor que han hecho con el coche escoba. Asimismo, a todos los que habeis seguido, por facebbok sobre todo, esta aventura y nos habeis hecho llegar vuestros mesajes de ánimo. A mi primo Carlos, que ha sido el enlace entre nosotros y Caleruela y , por último, a La Huerta Grande y Pikoto por su generosa invitación, y al bar de la piscina por la rica paella y los cambios de horarios que convirtieron la comida en cena.

Ahora sí que sí, cerramos página de la I Caleruelada, aún con el recuerdo fresco, pero abrimos una nueva, en la que escribiremos la segunda edición, donde esperamos que el equipo crezca y que los valientes que no pudieron acompañarnos en esta ocasión puedan unirse en la aventura. Estais todos invitados, asi que no digais luego que no habeis tenido tiempo de entrenar.


Un abrazo a todos de parte del equipo de la Caleruelada, y nos vemos en los caminos!!!